miércoles, diciembre 15, 2004

Don Yiyo


¿Porque será que no nos damos cuenta que hay vidas que corren a otra velocidad?.
Como de alguien que camina despacio, pero piensa rápido.
Alguien a quien el paisaje parece cambiarle muy despacio, pero la vida le pasa corriendo.
El lunes conocí personalmente a Carlos (Yiyo). Debe tener unos ochenta años, casi ciego, es conocido en la ciudad por vender chucherias: peines, espejitos, pilas, cremas desinflamantes, etc. en la vereda del mercado Armonía.
Yo caminaba en dirección a mi dpto, a ver la tv, a mi wifi, a un plato de comida, a mi cama caliente, cuando en una esquina, apareció Carlos para poner el freno de mano y tirarme encima un poco de realidad.
Me pidió que la ayudara con su pesada bolsa de mercancías a cruzar la calle y terminamos hablando casi una hora en la vereda.
Me contó que estaba agotado y frágil de salud y debía seguir vendiendo porque tiene una hija discapacitada, que alquilan una modesta habitación en el ex hotel de Sialle.
Pero no solo eran lamentos, comenzó a charlar también del karma, de la energía, de la gente de antes, de política, de actores de cine y de música.
Resultó ser una persona culta, intuitiva y además generosa. En agradecimiento por la ayuda y la conversación me regaló uno de sus artículos. No acepto mi insistencia en pagarle.
No se si lo veré otra vez, pero me dio furtivamente una lección sobre las prioridades, la salud y lo material. 
Debo darle utilidad a mi vida con la pequeña brújula que me obsequio Carlos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo, yo era Carlos...ha sido triste darse cuenta que era la unica manera, esa fraudulenta, de reencontrarme con un viejo amigo al que no hay otra manera de ver que tentarlo con vidas anonimas que no le diran nada de si...
No, no vas a volver a vernos...

Anónimo dijo...

A mí me regalaron una brújula cuando cumplí 20 años, y aunque no me la regaló un tipo tan curtido como Carlos fue un regalo ciertamente útil.
Cada cual tiene su propia velocidad, su forma de ver la vida, de vivirla y sentirla, pero hay un denominador común a todas las vidas, y es que las cosas más maravillosas son las más sencillas, pero sólo los sabios se dan cuenta. Una brújula puede salvarte si te pierdes, pues pase lo que pase siempre señalará correctamente al norte. Pero quizás lo mejor de tener una pequeña brújula en tu bolsillo no sea eso. Quizás lo mejor sea saber que puedes encontrarte, que no hay camino ni al norte ni al sur, sino que tú haces tu camino.
De todos modos, cada cual utiliza las brújulas como quiere.

(alquenolegustequenomire)