domingo, agosto 22, 2010

El castigo

“Todo pasa y todo vuelve, todo se rompe y todo se reajusta… eternamente gira la rueda”.
Friedrich Nietzsche
Después de no verlo por meses, lo encontré al viejo Panchuli sentado en un banco al lado del mástil de la Plaza principal, la noche de la fiesta aniversario de la ciudad.
El viejo Panchuli, un ex compañero de trabajo, “el que no podía llorar”; así quería que le digamos.
Con orgullo presumía en la oficina que se esforzaba pero no lograba conmoverse y no recordaba cuando se había emocionado por última vez. Ni siquiera cuando bostezaba se le humedecían los ojos, decía ironicamente.
Se reía diciendo que Dios lo había bendecido con un buen y frió corazón de piedra.
Antes de jubilarse estaba en atención al público para brindar informes sobre la Obra Social en la que trabajábamos, y tenia la ridícula costumbre de burlarse de algunos afiliados.
Les contestaba con tono irónico y simulaba la tonada que tenían, principalmente con la gente del interior.
Pero se mofaba en especial de un mal humorado afiliado discapacitado que, cuando se daba vuelta, Panchuli sigilosamente por atrás imitaba su penosa renguera ante la fiesta de algunos compañeros.
Todas las semanas este irritado afiliado visitaba “informes” y cuando se retiraba, como una sombra, Panchuli lo perseguía con su cruel rutina: un poco jorobado meneándose de un lado para el otro, levantando sutilmente el talón derecho y arrastrando el pie izquierdo; la representación era exacta.
Nunca mas supimos del gruñón afiliado, por fin le autorizaron el dinero para su operación.
Panchuli, al tiempo se jubilo, tampoco supimos de su vida; solo el rumor de una caída de escalera mientras pintaba un macetero colgante.
Esa noche de fiesta en la plaza, me dijo:
- ¿Sabes Hernán?... ahora lloro todas las noches -.
Se puso de pie con dificultad, lo ayude, le di un tímido abrazo y entre la multitud del acto se perdió de mi vista.
Advertí que la triste representación de Panchuli continuaba.

sábado, junio 12, 2010

Santiagueños en Malvinas


“Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia”.
Silvina Garré / Eduardo Mignona / Litto Nebbia

Este libro, cuenta lo vivido por un grupo de valientes santiagueños que participaron en el ultimo conflicto bélico que afronto nuestro país, al intentar recuperar las Islas del Atlántico Sur.
Son emocionantes relatos de algunos de los más de 200 santiagueños que lucharon en esas islas.
Anécdotas e impactantes experiencias de guerra de oficiales, suboficiales, soldados y civiles dignas de ser conocidas.
Es un significativo aporte a la historia de lo que allí ocurrió.
Lo recomiendo con orgullo y satisfacción… el autor de este libro; un veterano de guerra, es mi tío… un héroe que anónimamente recorre las calles de Santiago.

domingo, mayo 16, 2010

El crimen máximo, prestar un libro

“Si un hombre era grande en vida, se vuelve diez veces más grande después de muerto”
Thomas Carlyle
 Al término de una divertida clase de Historia Universal, ante la pregunta de un interesado alumno sobre la cita: "Tonto quien presta un libro, más tonto quien lo regresa", el dispuesto profesor Luis Marcelo Quiroga opinó:
“Todos los que tenemos bibliotecas, algunas veces nos vemos presionados cuando tenemos que prestar algún buen libro a un amigo.
Por más que considero que somos depositarios de un conocimiento y que nuestro deber es compartirlo; pero ocurre desgraciadamente, que en vez de devolverlo en tiempo y forma, resulta que pasan los meses y, si te he visto, no me acuerdo ya del libro. Con lo que nos quedamos sin el ejemplar prestado, y el casual amigo se queda con una obra valiosa o difícil de encontrar. Que te ha costado tus buenos pesos o que te lo han obsequiado y lo conservabas como un sentimental recuerdo, con mayor valor que el económico.
 Entonces la perfecta excusa para despejar a esos apasionados de libros ajenos, aconsejo colocar en la biblioteca, una Bula de Excomunión, dictada por Su Santidad hace unos siglos.
 Y mi frase personal elegida es: Los libros y los discos no se prestan, se aconsejan o se regalan; sabio consejo para no perder libros, discos… ni amigos”.


martes, mayo 04, 2010

La advertencia


“Acecho que estas bien, no perdiste tu vida, eso es lo destacado, que asigne significación para andar atento, nos vemos la próxima”.
 Me despertó a las 4 de la mañana este curioso mensaje de texto, lo leí un poco adormecido. Alguien que tipeo mal me lo mando equivocadamente por una página de internet.
 Simplemente se confundió, pero me desconcertó y no pude volver a dormir.
 ¿Para quién será, que accidente abra tenido, estará grave, será santiagueño, que relación tendrán el remitente y destinatario, porque le mando anónimamente ese texto a la persona que no perdió la vida?.  Comenzaron atraerme estas interrogantes y porque ese sms cayo justo a mi celular… un extraño mensaje para el supuesto herido.
 Analicé varias veces el texto. La palabra “acecho” no es común, casi nadie la usa, me recuerda a mi abuelo que la decía como sinónimo que nos vigilaba por las siestas de no escaparnos con mis hermanos a jugar en la calle.
 “Destacado” “asigne” “significación” “atento”, solo alguien con una riqueza de vocabulario, se expresa así, ¿quizá el mensaje sea de un veterano profesor al alumno?. ¿Pero a esa hora?.
 Enfocándome más de lo debido con el mensaje se hicieron las 6:30, hora de ir al trabajo, dos horas y media divagando con algo que no era para mí, ni de mi incumbencia. La conclusión es, sea quien sea, está bien y le dará un significado a la vida de ahora en adelante, y seguramente el remitente al darse cuenta con el apuro que tecleo mal el número, le mando el mensaje esta vez firmado.
 Salí a la calle, me sorprendió la densa niebla que había, anormal para esta época en Santiago… y otra vez el antojo de seguir pensando en ese extraño mensaje, porque ese anónimo un tanto apático dio unas palabras raras de aliento. Caminado por la vereda seguía con el capricho de descifrar esas incógnitas que yo las agrandaba y les daba misterio.
 Distraído en mis reflexiones, sin mirar al costado entre la molesta niebla de la calle Urquiza, una luz se agrando súbitamente y me paso rozando la cintura.
 Me gritó una merecida guarangada el de la moto, no recuerdo bien qué, pero quede consternado no por el susto del golpe que esquive, sino por el mensaje que entro al instante a mi celular.
“Acecho que estas bien, no perdiste tu vida, eso es lo destacado, que asigne de significación para andar atento, nos vemos la próxima”.

martes, febrero 09, 2010

El gran sueño

Juan Enrique Molina
(1981-2010)

 Era un misterio Juan, estaba entrando a los treinta y jamás le conocimos una novia.
 Siempre de bajo perfil con el grupo de amigos; callado y reservado.
 Ante bromas nuestras sobre la iniciacion sexual, con sus evasivas nos insinuaba que no conocía todavía el desnudo cuerpo de una mujer, aunque anhelaba uno.
 Ordenado con los horarios: para estudiar, para estar con amistades, sus artesanías y volver temprano a su casa.
 Su prolijidad molestaba, a veces no podíamos contar con él en las reuniones por sus estructurados tiempos.
 Hasta notamos que ni amigas tenia, se excusaba que gozaba de una admirable devoción por su familia, no necesitaba de amigas.
“El boludo es un misógino, se les caga o las rechaza a las minas” tiro alguien por ahí.
“No, que va hacer tímido con las chicas, si todo el día esta con las hermanas y la madre” comentó otro irónicamente.
“Bueno che, hay que entender que es el nene mimado, el único varoncito”.
“Hay que hacerle un regalo, tiene que estar con una mina de la calle, que lo dé vuelta y le haga vencer esa timidez, que lo hace corto”.
“Al tipo hay que hacerlo debutar, para que salga de una vez de la verija de la madre”.
“¿Pero a que hora? temprano se mete en la casa, para hacer vida social con las hermanas y su mamita”.
“Lo buscamos, le decimos a cualquiera de las hermanas que lo saque a la vereda y engañado lo metemos en el auto con una puta”.
“Tremendo favor le vamos hacer a Juancito”.
“Hay una trola que parece que esta muy buena, la que esta parada entre las sombras de la Belgrano y Jujuy, en la esquina del Colegio Belén, ahora la buscamos y vamos por Juan”...
“Miren ahí esta, escondida en la oscuridad, esperando clientes, acerquémonos”
“Hola, perdón chicos… este es mi gran sueño”.
(No conocía todavía el desnudo cuerpo de una mujer, aunque anhelaba uno).

jueves, enero 21, 2010

El guitarrero

“En Santiago del Estero La Salamanca me espera…”
La Sachapera

 El pícaro y valiente Ponciano Rojas, el “gran guitarrista” como lo conocen en Quimili; a pesar del mito sobre su persona y de sus cuerdas, en una partida de billar y mareado por el vino tinto, su secreto reveló.
 Contó que estuvo cerca de pactar con mandinga una noche en La Salamanca, pero en realidad fue un brujo quien le otorgo el arte de hacer llorar la guitarra.
 El enclenque relato de Ponciano levanto curiosidad entre los parroquianos de la pulpería. ¡Por fin un testigo directo que aportaba datos sobre la tenebrosa y alegre covacha!.
 Cuando fue joven, una noche, en la espesura del monte de Tintina, mientras cazaban vizcachas y guasunchas con unos primos, un perfecto rasgueo de chacarera escucharon a lo lejos. Tratando de orientarse caminaron hacia donde podía venir la irresistible armonía, pero fue inútil, era como si la fiesta provenía de todos lados, hasta por debajo de la maleza se escuchaba; era pegadiza, divertida y rítmica como toda chacarera.
 Cansados de rastrear la supuesta peña, se echaron a dormitar con la agradable música de los violines, acordeones, risas, zapateos, punteos y bombos que a la distancia se oía…
 Al rato, se despertó Ponciano al sentirse observado por un elegante señor, que estaba acompañado por un escuálido perro con cara de persona que no dejaba de llorar ni de temblar.
 Este hombre, de pulcra presencia lo invito gentilmente por un rato a su baile, dejando a sus primos profundamente dormidos. De pronto Ponciano sin decir ni hacer nada se encontró bajo las raíces del yuyal y de los árboles del monte.
El lugar estaba atestado de gente y animales, la mayoría bailaban desnudos al ritmo del canto de un conocido folklorista de Santiago que estaba con sus músicos arriba de una ovalada roca a manera de escenario. Ponciano lo saludo a lo lejos, y aquel con un dedo en la boca le hizo ademán de guardar silencio.
 Le inquietó ver tanta gente desnuda enredada de manera cochina, las carcajadas, los manjares, las bebidas alcohólicas, la mugre del ambiente, el colorido y el penetrante olor a animal que había.
 Aprovechando el bullicio, este señor bien vestido, le agarro la mano y amablemente le pregunto:
- ¿Muchacho, que habilidad de por vida quieres tener? te la doy.
- ¡¿Ah?! ¡bienhaiga que buenito que es ustee señor! aprovecho entonces, quiero saber hablar como un doctor y dominar la guitarra! – respondió Ponciano.
- No, no muchacho debe ser una sola y nada mas, y te la concederé a cambio de tu… - le dijo el señor de manera imprecisa.
- ¿Cómo? no entendí la última palabra, no se escucha ni aca por la música.
 El Diablo hablando cada vez mas bajito le insistió:
- Aceptas o no, cualquier destreza a cambio de tu…
- No, no, disculpe Don, pero no se oye lo ultimo que dice, tengo cera en los oídos – haciéndose el zonzo Ponciano.
- Responda muchacho por si o por no, lo que quieras a cambio de tu… - murmurando la ultima palabra el hábil diablo; mientras el perrito llorón le lamia la mano a Ponciano.
- ¡¿Ah?! ¡¿que?! ¿a cambio de que?... ia leii dicho que tengo batata en las orejas... ¡¿de tu arma, de tu almeja, de tu almagro, de tu almacén dice?! pos hable bien clarito Don, que no le entiendo po´…
- Dejaras de ser un orillero si te doy alguna habilidad y me das tu... - le repetía el demonio.
- Se ha bandeao de insistidor Don, pero no le escucho por la tracalada de bochinche que hay aquí.
 De pronto, un silencio en el jolgorio.
- ¡Chango hambreao y tonto... la reputisima madre que te repario! - basto un chasquido de dedos del embroncado "Supay" para que Ponciano se despertase al lado de sus primos.
A los meses, en su rancho lo visito un anciano de cara conocida, buscándolo para fiarle leña; ante la negativa de Ponciano con la explicación que vivía de eso,y que necesitaba las monedas, entonces el visitante le propuso unas rápidas y practicas enseñanzas de guitarra a cambio de la leña. El pícaro Ponciano acepto reconociéndolo al hombre, como aquel perrito que lloriqueaba en el monte.
Resulto ser un viejo hechicero de los pagos de Soconcho que estaba enganchado en un castigo del diablo a deambular en cuatro patas, y que se libero esa noche en la que Ponciano haciéndose el zonzo fue más astuto que mandinga.
Había ganado la libertad de su cuerpo canino al apostar contra el mismísimo demonio en que Ponciano no se tentaría ante ningún ofrecimiento provocativo.
El brujo le explico que la leña era una excusa para encontrarlo y en agradecimiento por la apuesta ganada le enseñaría a tocar la guitarra con la ayuda de algunos gualichos, pero lo de hablar bien, no; enseñar imposibles no podía.
Resulto un curioso y entretenido relato esa noche en la pulpería, pero como Ponciano no se tentó con nada, no hubo manera que diga el nombre del cantante que esa noche estaba en La Salamanca.