jueves, enero 21, 2010

El guitarrero

“En Santiago del Estero La Salamanca me espera…”
La Sachapera

 El pícaro y valiente Ponciano Rojas, el “gran guitarrista” como lo conocen en Quimili; a pesar del mito sobre su persona y de sus cuerdas, en una partida de billar y mareado por el vino tinto, su secreto reveló.
 Contó que estuvo cerca de pactar con mandinga una noche en La Salamanca, pero en realidad fue un brujo quien le otorgo el arte de hacer llorar la guitarra.
 El enclenque relato de Ponciano levanto curiosidad entre los parroquianos de la pulpería. ¡Por fin un testigo directo que aportaba datos sobre la tenebrosa y alegre covacha!.
 Cuando fue joven, una noche, en la espesura del monte de Tintina, mientras cazaban vizcachas y guasunchas con unos primos, un perfecto rasgueo de chacarera escucharon a lo lejos. Tratando de orientarse caminaron hacia donde podía venir la irresistible armonía, pero fue inútil, era como si la fiesta provenía de todos lados, hasta por debajo de la maleza se escuchaba; era pegadiza, divertida y rítmica como toda chacarera.
 Cansados de rastrear la supuesta peña, se echaron a dormitar con la agradable música de los violines, acordeones, risas, zapateos, punteos y bombos que a la distancia se oía…
 Al rato, se despertó Ponciano al sentirse observado por un elegante señor, que estaba acompañado por un escuálido perro con cara de persona que no dejaba de llorar ni de temblar.
 Este hombre, de pulcra presencia lo invito gentilmente por un rato a su baile, dejando a sus primos profundamente dormidos. De pronto Ponciano sin decir ni hacer nada se encontró bajo las raíces del yuyal y de los árboles del monte.
El lugar estaba atestado de gente y animales, la mayoría bailaban desnudos al ritmo del canto de un conocido folklorista de Santiago que estaba con sus músicos arriba de una ovalada roca a manera de escenario. Ponciano lo saludo a lo lejos, y aquel con un dedo en la boca le hizo ademán de guardar silencio.
 Le inquietó ver tanta gente desnuda enredada de manera cochina, las carcajadas, los manjares, las bebidas alcohólicas, la mugre del ambiente, el colorido y el penetrante olor a animal que había.
 Aprovechando el bullicio, este señor bien vestido, le agarro la mano y amablemente le pregunto:
- ¿Muchacho, que habilidad de por vida quieres tener? te la doy.
- ¡¿Ah?! ¡bienhaiga que buenito que es ustee señor! aprovecho entonces, quiero saber hablar como un doctor y dominar la guitarra! – respondió Ponciano.
- No, no muchacho debe ser una sola y nada mas, y te la concederé a cambio de tu… - le dijo el señor de manera imprecisa.
- ¿Cómo? no entendí la última palabra, no se escucha ni aca por la música.
 El Diablo hablando cada vez mas bajito le insistió:
- Aceptas o no, cualquier destreza a cambio de tu…
- No, no, disculpe Don, pero no se oye lo ultimo que dice, tengo cera en los oídos – haciéndose el zonzo Ponciano.
- Responda muchacho por si o por no, lo que quieras a cambio de tu… - murmurando la ultima palabra el hábil diablo; mientras el perrito llorón le lamia la mano a Ponciano.
- ¡¿Ah?! ¡¿que?! ¿a cambio de que?... ia leii dicho que tengo batata en las orejas... ¡¿de tu arma, de tu almeja, de tu almagro, de tu almacén dice?! pos hable bien clarito Don, que no le entiendo po´…
- Dejaras de ser un orillero si te doy alguna habilidad y me das tu... - le repetía el demonio.
- Se ha bandeao de insistidor Don, pero no le escucho por la tracalada de bochinche que hay aquí.
 De pronto, un silencio en el jolgorio.
- ¡Chango hambreao y tonto... la reputisima madre que te repario! - basto un chasquido de dedos del embroncado "Supay" para que Ponciano se despertase al lado de sus primos.
A los meses, en su rancho lo visito un anciano de cara conocida, buscándolo para fiarle leña; ante la negativa de Ponciano con la explicación que vivía de eso,y que necesitaba las monedas, entonces el visitante le propuso unas rápidas y practicas enseñanzas de guitarra a cambio de la leña. El pícaro Ponciano acepto reconociéndolo al hombre, como aquel perrito que lloriqueaba en el monte.
Resulto ser un viejo hechicero de los pagos de Soconcho que estaba enganchado en un castigo del diablo a deambular en cuatro patas, y que se libero esa noche en la que Ponciano haciéndose el zonzo fue más astuto que mandinga.
Había ganado la libertad de su cuerpo canino al apostar contra el mismísimo demonio en que Ponciano no se tentaría ante ningún ofrecimiento provocativo.
El brujo le explico que la leña era una excusa para encontrarlo y en agradecimiento por la apuesta ganada le enseñaría a tocar la guitarra con la ayuda de algunos gualichos, pero lo de hablar bien, no; enseñar imposibles no podía.
Resulto un curioso y entretenido relato esa noche en la pulpería, pero como Ponciano no se tentó con nada, no hubo manera que diga el nombre del cantante que esa noche estaba en La Salamanca.