"El mundo no está amenazado por las malas personas sino por aquellos que permiten la maldad."
Albert Einstein
Me topé en la entrada del pasillo con mi extravagante y charlatana vecina del 3er piso; yo no estaba apurado y me encontraba gentil para entregarme a su palabrería, dejándome llevar por los distintos temas que le surgían: sobre el viento frío de anoche, los festejos por el aniversario de la provincia, la basura tirada en la vereda, los números de la tómbola, el aumento de las tarifas, el gasto por la modernización de Santiago, el estirón de mi hijo Gastón, hasta que la conversación se detuvo en los seguidos temblores que impresionaron a toda la ciudad hace unos días.Le comenté que cuando palpitó la tierra, por casualidad me encontraba en el departamento y que me pareció extraño que semejante sacudida de la que todos hablan, yo no haya sentido nada.
Me interrumpió ese comentario expresándome que en ese momento ella se encontraba en la cama y tampoco advirtió los movimientos. A lo que me hizo una inesperada pregunta… ¿si desde los tres años que yo vivo en el edificio alguna vez vi alguna cucaracha, mosquitos, alguna tela de araña en los rincones del techo, alacranes o salitre en las paredes por alguna humedad?.
Curiosamente estaba en lo cierto, todavía no necesite de un insecticida o del remiendo para las paredes. Fue entonces cuando le brotó otra vez la chifladura (se le nota en su penetrante mirada).
Según una historia de la cual nadie garantizo todavía; en la época que se construyo lo que era antiguamente este edificio había una distinguida casa colonial (allá a mediados del 1800) propiedad de un solitario europeo; un coronel fuera de servicio expulsado por el ejército del la Reina Isabel II por prácticas hechiceras perversas con sus subordinados. Cuando llegó a Santiago en seguida trabó una fraternal amistad con el gobernador, desempeñándose como asesor aportando sus “ideas” traídas del viejo continente. Se dice que al momento de levantar su céntrica residencia, este ex coronel entre los cimientos enterró un hombre vivo con la cómplice venia del gobernador, aduciendo la necesidad de ese cuerpo bajo las vigas, para que la obra sea compacta, sólida y perdurable…
Escuche atentamente la leyenda mientras con una sonrisa me dijo que esa alma del subterráneo hombre es la que brinda seguridad y eterna guardia a nuestro edificio, apartando los males.
Me despedí con el pretexto de estar esperando una visita, porque el tema se estaba estirando y se encaminaba hacia un posible tesoro también.
A pesar de ser un ridículo relato; al llegar a mi cama, la estimada vecina logro causarme esa sensación de duda y miedo, más aun que alquilo en la planta baja.
¿La victima del desquiciado coronel estará bajo centímetros de mi colchón?.
Esa noche por la desconfianza y el temor, soñé con un tal Patricio Herrera, un ingenuo y pobre vendedor de kerosén que fue enterrado bajo piedras y cimiento tras ser engañado por un brujo funcionario militar español prometiéndole para sus generaciones vida saludable y despreocupación económica.
3 comentarios:
Ops... la vecinita...¡
Yo casi no hablo con mis vecinos, por lo del trabajo, salgo temprano y llego cansada para ponerme a conversar (claro que hay excepciones, nunca tan desadaptada)
Pero en mi edificio no deben haber enterrado a nadie vivo, porque vaya que sí se sienten los temblorcitos... ufffff :)
Un abrazo,
Hernan, gracias por visitar mi blog... en cuanto a los vecinos... :( nunca tube el agrado de que valieran realmente la penahasta que me mude al lado de la casa de mi cuñada... :D
Interesante relato, agradable y como son estas cuestiones, con la duda de sera verdad o no, saludos.
El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra
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