“Questa è la mia
piacevole solitudine, circondato da i miei animali”
Balbina Lorenza Richetti
(Esta
es mi agradable soledad, rodeada de mis animalitos)
Se la veía
una vez al día, temprano salía de su antigua casa para comprar en la Despensa Roma el pan del día
anterior. En esa media cuadra que caminaba iba rodeada de su colorida y
ruidosa jauría. Cuando me los encontraba de frente era una peripecia atravesarla, la lógica disponía cruzarse de
vereda cuando se advertía a los perros.
Doña Balbina
una viuda ermitaña con joroba que a nadie saludaba, de ceño fruncido y vestidos descosidos. Anciana “misántropa” como irónicamente la calificaba su
vecino el Profesor Carrizo, harto de los olores nauseabundos. Mientras que su
otro vecino lindero, el Doctor Miranda con bronca le decía “la vieja zoológica”
molesto por los ruidos nocturnos.
Percibía
una pensión Italiana del marido que trabajó en la añeja editorial Nardini.
Todos
los meses un elegante gestor, ya mayor, con un particular sombrero Panameño, cobraba la transferencia y le dejaba el efectivo en un sobre por debajo de la
puerta.
Invierno o verano, ella siempre caminaba con unas pantuflas escocesas verdes, motivo de burlas por el estilo de Minguito Tinguitella
Convivía
en esa casona con sus mascotas, a quienes les hablaba. Tenía: gatos, pájaros,
perros, gallinas, patos y tortugas, hasta comentaron que alguna vez tuvo un
monito carayá y un papagayo blanco.
Nuestra
fuente de información era Antonio Estancampiano el dueño de la despensa, porque todos los días mantenían un mínimo dialogo.
De voz
gruesa, alucinando por la calle, le aseguraba a sus perros que algún día
regresaría a su Verona natal.
También la
criticaban que, por su mezquindad a soltar el dinero, ella y los animales se alimentaban solamente de pan… de pan duro, con las variantes que les preparaba para
las distintas mascotas; pan embebido con salsa de pescado, salsa de carne, salsa
de maíz o salsa de hierbas. Esa tacaña receta era el motivo del porque andaban un
poco escuálidos.
El hijo
menor del Profesor Castillo recordó, que en horas de la siesta, curioseando por
la tapia del jardín, hizo el censo de la escandalosa fauna y contó doce perros,
ocho jaulas de pajaritos, dos patos, ocho gallinas, un gallo, cinco tortugas y
un calculo aproximado de diez gatos que andaban dentro de la casa.
A los días
después de Navidad, nos pareció raro no verla deambulando por la cuadra para su
habitual compra; nadie la extrañaba pero su ausencia era llamativa.
La
esposa del Doctor Miranda dijo que noches anteriores escucharon llorar a los
perros y el maullido lastimero de los gatos, pero que habían cesado con los días,
lo que se intranquilizo y llamo a la policía, temiendo que podría haber sucedido
algo grave.
Cuando
ingresaron tras la denuncia, fue una sorpresa no encontrar a la dueña.
Estaba la
casa en orden con sus pocos muebles pero extrañamente había tela, hilos y lana picada
por las habitaciones y los animales en muy buen estado.
Era un
misterio su desaparición, los días pasaban y no había novedades de Doña
Balbina, y se hacia inexplicable su paradero.
Especulamos
que, con el dinero ahorrado volvió a Italia con el refinado gestor que
aparentemente la halagaba, dejando abandonadas a sus mascotas, aunque era asombroso
el bienestar de los animales después de haber estado tantos días encerrados y
solos.
Los
animales fueron repartidos entre los distintos vecinos, veterinarias y
sociedades protectoras.
A los tres años salio la sentencia de ausencia y la casa fue destinada para la ocupación
de un organismo público. Al momento de ser modificada, excavando hallaron esparcidos
en distintas zonas del patio, sospechosos restos que aparentaban ser huesos,
confirmando después que eran humanos...
Esa
novedad causo perturbación en el vecindario.
El tratar
de engañar la voracidad bestial con harina en la alimentación ¿acaso produjo con
el tiempo un estallido en el impulso animal a que devoraran a su dueña?.
Las
hipótesis que surgieron: quizás Doña Balbina cayo muerta por falta de una buena
nutrición y el hambre de los animales hizo brotar el instinto de supervivencia
y la comieron con mucho gusto, o tal vez los animales hartos del inapetente pan,
desearon la tierna carne apetitosa de la anciana y la mataron para saborearla…
cualquiera de las dos sospechas eran estimadas.
Ni la
ropa añosa guardada se salvo, quedo triturada y esparcida por la saciedad de
los patos, gallinas y aves.
Del
incidente de doña Balbina se hablo bastante, y varios promovieron moralejas y
lecciones de no tratar de vencer lo que biológicamente y en esencia son los
animales.
Paso el
tiempo y el único perro que siguió viviendo en el organismo publico, porque
regresaba continuamente… en un día de mucho calor, irrumpió desde el fondo del
inmueble y paso entre el publico que esperaba ser atendido, llevando entre sus
dientes sucios de tierra, un carcomido sombrero caribeño.
4 comentarios:
Contigo siempre vale la pena la espera, me gusta mucho tu relato, sobre todo porque existen tantos casos como ese y muchas veces terminan olvidados. El hecho de que tu lo rescates es invaluable. Bien hecho Hernan. Un abrazo!
Leí y se me represento esta parte de una canción “… y lo dejé todo por esta soledad…” tiene dos interpretaciones el cuento, o los comieron a los dos, o la vieja lo mato al pretendiente para sus animales y se fuea Verona.
Muy bueno!
tamaño festín se dieron los animalitos!
che hasta el gestor cayó en las tripas perrunas?
saludos
Estoy leyendo el blog con alegría. Bien escrito, interesante, con historias bien contadas. Saludos, amigo, siga así.
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