viernes, octubre 21, 2005

Cotidiano

"Las maravillas de la vida se nos escapa por la cómoda trampa de la rutina." John Nigro
El camino del dpto. al trabajo es corto, tres cuadras.
Llevo dos años recorriendo la misma calle y vereda, pasando los mismos negocios, cruzándome casi con las mismas personas: el mismo canillita, el policía de la Caja Municipal, el señor con el Rottweiler, el muchacho con el delantal verde, la empleada domestica barriendo, la maestra con su portafolio, etc.
Conozco de memoria la ubicación de cada casa. Cada puerta y ventana. Cada reja y marquesina… y de cada baldosa destrozada.
Apenas me detengo, imagino la vida de los que viven detrás de esas fachadas. Estoy atento si una cortina baila con la brisa de la mañana. El ruido de un irritante despertador, un libro en una mesita, un anciano leyendo el diario, una cama destendida, una ducha abierta, mercadería esperando ser vendida, una nena soñando, una abuela preparando el sustancioso desayuno para un enfermo marido.
Otras veces adivino ronquidos, suspiros, bostezos y música de una radio.
Escenas de personas comunes y corrientes.
Cada casa, un mundo aparte”… personas que completan mi mundo; el mundo de quien mira desde afuera.
Hasta hoy… Como todos los días caminé, observé, añoré y me detuve apenas. Pero esta mañana una puerta se abrió y una voz, inesperadamente amable, me saludó:
"Buenas; te veo pasar pensativo todos los días. Mi nombre es Carola ¿y el tuyo?".
Sorprendido, miré hacia los lados y comprendí que me hablaba a mí. De manera descortés aceleré el paso y no paré hasta llegar a la puerta de mi trabajo. Una vez adentro, respiré hondo y me tranquilicé.
Nada que hacer. No me gusta que rompan mi rutina… las personas que invento en esas casas no deben hablarme. Mañana cambio el recorrido.

domingo, octubre 16, 2005

Disculpe, pero no habrá en stock


El viernes, viendo un informe del noticiero del 13, me llamó la atención un reportaje que hablaba sobre una farmacia que estaba dentro de “La asociación de farmacéuticos católicos". Hasta ahí todo sería normal y no tendía menor importancia, si no fuera porque los dueños no venden preservativos en sus farmacias...
Siglo XXI, hemos llegado a la luna, se independizaron países, vivimos en la sociedad de la información, vemos las guerras en directo por la tele, la mujer adquirió en todos los aspectos igualdad con el hombre, se descubrieron remedios para muchas enfermedades, en algunos países los gays ya contraen matrimonio civil, el Vaticano pidió perdón al celebre científico italiano Galileo Galilei, se unificaron monedas y otras muchas cosas más… pero no podemos comprar condones.
Resulta que hay unos “homo sapiens” por ahí que creen que hacen el bien no vendiéndolos.
Alucinante.