viernes, septiembre 09, 2011

Por el amor de una mujer

“El cobarde sólo amenaza cuando está a salvo”.
Goethe


Según rumores, el último “duelo a la primera sangre” que se tiene conocimiento en Santiago fue en diciembre del 87, en una caliente noche, que coincidió con la muerte de Luca Prodan y en la que Andrés Salas y Hugo Fernández, vecinos del barrio Juramento, ex amigos y circunstanciales espadachines del manubrio, probaron su valentía.
La causa de la deshonra, como siempre sucede en esta clase de trifulcas, fue por un traicionero personaje femenino, que pensó como un acto romántico y soñado el que sus candidatos se batiesen por ella.
No entrare en detalles sobre la joven porque en estos tiempos es una distinguida señora.
Recuerdo también que se hablo mucho del innovador duelo, en el cual los dolidos contrincantes y sin testigos, acordaron buscarse en la noche pactada, por la ciudad, como un juego de escondidas tenian que rastrearse por toda la capital, cada uno con su ciclomotor Zanella y con un palo de escoba en la mano, sin casco, sin protección, sin padrinos y, una vez que se encuentren se molerían a palos.
A la cero horas del día 21, debía salir Fernández desde el barrio Autonomía y Salas desde el barrio Ejercito Argentino, los dos extremos de la ciudad en aquel momento. Y recorrer las cuadras de acuerdo a la estrategia del deshonrado amante hasta dar con su oponente. En caso de no hallarse hasta que saliera la tenue luz del amanecer cada uno volvería a su casa y terminaría el desafío. La cuestión era probar la valentía al presentarse y demostrar lo que era capaz de hacerse por el amor de una infiel mujer que se burlaba del sentimiento de ambos.
Al otro día, con sus respectivos amigos y conocidos, cada “palochín” lamentaba con impotencia la mala suerte de no habérselo encontrado por las calles a su rival para poder machacarlo. Dijeron que se habían buscado barrio por barrio toda la noche pero fue inútil, que seguramente se cruzaban.
Con los años y ya maduros, no volvieron a amigarse a pesar que el sensual trofeo se casó con otro, hoy bien posicionado en la política.
Fueron los últimos duelistas santiagueños, sin importar lo ridículo de las condiciones, pero duelo al fin.
Mucho se especulo sobre la veracidad de los relatos de estos “valerosos palochines”, pero por el hecho de no haber testigos ni padrinos, se comenta, que esa pactada noche del 21 de diciembre a las cero horas, ninguno de los dos valientes salio de su casa.

lunes, febrero 07, 2011

Carla y Florencia


“Cuanto más se ama a un amante, más cerca se está de odiarle”.
François de la Rochefoucauld.
 Esta vez la marca fue apenas un hiriente y minúsculo punto de lápiz labial en el espejo del baño, no se notaba pero la maliciosa pista estaba allí.
 Perverso aviso que fue contestada su huella: un largo pelo negro que dejo hace dos noches debajo de la almohada.
 Bruscamente borro el rouge con los dedos. Ahora debía dejar un nuevo rastro.
 Este juego se estaba haciendo dañino para las dos. Una batalla secreta, un duelo casi invisible.
 No se conocían, jamás se cruzaron, pero compartían la misma pasión bajo las sabanas… el de ser amantes de ese adorado cuerpo masculino.
 Una casual competencia por medio de sutiles huellas en la casa, (una pestaña arqueada, polvo de maquillaje, un diminuto dije, una gota de aceite facial, un hilo rosa, un pendiente) se hacían notar que lo visitaron y que estuvieron ardientemente con él.
 Esa madrugada estaba decidida a llegar más lejos; debía romper el protocolo de lo delicado; hacer algo que lastimara a su contrincante para apartarla de la provocación. Dejar una magistral marca visible en el cuello, sería perfecto. Pasional signo de haberlo hecho deleitar.
 Pero en el momento sublime de la succión y del mordisco en la preciada piel, como un imprevisto temblor, él dijo con voz de placer el nombre de la contrincante. La crueldad de haber escuchado ese nombre que no era el suyo, daño su intimidad, “la otra” había vencido.
 A la siguiente noche, lo colorado en la piel era notable; cuando vino la otra enamorada a saciar sus apetitos, vio el chocante arte en el cuero de su amado. Su rival había llegado demasiado lejos, y él se había dejado hacer ese amoroso sello en la garganta, tremenda humillación, “la otra” había vencido...
"Cruel y bendito cuerpo"
 Fue un despechado y nocivo juego afectivo que tarde o temprano traería efectos, lastimaría sentimientos…
 No encuentro explicación de lo distraído que fui, pero jamás me di cuenta de los venenosos mensajes que se enviaban entre las dos.