lunes, febrero 07, 2011

Carla y Florencia


“Cuanto más se ama a un amante, más cerca se está de odiarle”.
François de la Rochefoucauld.
 Esta vez la marca fue apenas un hiriente y minúsculo punto de lápiz labial en el espejo del baño, no se notaba pero la maliciosa pista estaba allí.
 Perverso aviso que fue contestada su huella: un largo pelo negro que dejo hace dos noches debajo de la almohada.
 Bruscamente borro el rouge con los dedos. Ahora debía dejar un nuevo rastro.
 Este juego se estaba haciendo dañino para las dos. Una batalla secreta, un duelo casi invisible.
 No se conocían, jamás se cruzaron, pero compartían la misma pasión bajo las sabanas… el de ser amantes de ese adorado cuerpo masculino.
 Una casual competencia por medio de sutiles huellas en la casa, (una pestaña arqueada, polvo de maquillaje, un diminuto dije, una gota de aceite facial, un hilo rosa, un pendiente) se hacían notar que lo visitaron y que estuvieron ardientemente con él.
 Esa madrugada estaba decidida a llegar más lejos; debía romper el protocolo de lo delicado; hacer algo que lastimara a su contrincante para apartarla de la provocación. Dejar una magistral marca visible en el cuello, sería perfecto. Pasional signo de haberlo hecho deleitar.
 Pero en el momento sublime de la succión y del mordisco en la preciada piel, como un imprevisto temblor, él dijo con voz de placer el nombre de la contrincante. La crueldad de haber escuchado ese nombre que no era el suyo, daño su intimidad, “la otra” había vencido.
 A la siguiente noche, lo colorado en la piel era notable; cuando vino la otra enamorada a saciar sus apetitos, vio el chocante arte en el cuero de su amado. Su rival había llegado demasiado lejos, y él se había dejado hacer ese amoroso sello en la garganta, tremenda humillación, “la otra” había vencido...
"Cruel y bendito cuerpo"
 Fue un despechado y nocivo juego afectivo que tarde o temprano traería efectos, lastimaría sentimientos…
 No encuentro explicación de lo distraído que fui, pero jamás me di cuenta de los venenosos mensajes que se enviaban entre las dos.