sábado, enero 07, 2006

Mujer Caracol

"La autoridad de la moda es tal, que nos obliga a ser ridículos para no parecerlo".
Dubay Sanial

No tenía otra opción que dejarle la llave del dpto. para que recibiera al plomero y este haga de las suyas en mi baño, ya que no podía solicitar permiso en el trabajo, por esta época del año en que se junta todo.
Cuando abrió la puerta… la verdad que si, la encontré distinta, lucia mejor que de costumbre, aunque mantenía esos penetrantes y siniestros ojos.
El abogado de al lado, ya me había advertido guiñándome el ojo: “ahora tiene un aspecto juvenil, seguramente debe andar poniéndose alguna pócima de la vida eterna”.
Siempre que hablamos de mi extravagante vecina, conversamos en forma irónica, por los absurdos pensamientos que ella tiene, sobre determinados temas… en especial los “misteriosos.” Le negué sin animo de ofenderla su invitación de pasar al living, con la perfecta excusa de mi impaciencia por llegar a tiempo con las obligaciones, mientras, me miraba entusiasmada esperando el halago, entonces mi obligado piropo salio.
- ¡Epa!, que elegante, que linda que estas.
- ¿Viste? se nota ¿no? – bajo la voz - me pasaron un secreto y estoy contenta; bueno en realidad estoy experimentando un poco con la “materia prima”. Pero, es un invento mexicano, a base de baba de caracol; porque descubrieron hace poco que el bichito tiene aminoácidos, colágeno, vitaminas y sales minerales, es muy bueno para regenerar la piel.
- ¡Ha, que interesante… ¿y como te la pones? – lo primero que se me ocurrió preguntar, mientras hacia bailar la llave por mis dedos.
- ¿Qué, te interesa Hernacito? – con el ceño fruncido comenzó a examinarme la cara.
- No se, creo que ya están rondando los primeras líneas por los contornos de los ojos – algo estupido que dije para seguir con el tema de la conversación y no parar descortésmente el “agradable” dialogo que se estaba iniciando.
- ¿Por las patitas de gallo?, pero si sos joven todavía, no te hace falta, no se notan.
- Pero vení, vení, pasa un ratito, te robo cinco minutos, ya vas a ir, dame la llave que yo me encargo del plomero, pero pasa, dale… dale que te muestro.
Por el favor que me estaba por hacer, no me podía negar, aunque sabia que a esos cinco minutos los tenía que multiplicar por cuatro.
Una vez adentro…
- ¿Te costo mucho la cremita? ¿tiene olor? – preguntas que le hacia casi levantando la voz, sentado en el sillón de living, observando el grandioso cuadro de La Persistencia de la Memoria. Ella se había ido a su habitación.
Ante la falta de respuestas… insistí:
- ¿La compraste aquí en Santiago? ¿la venden en farmacias o en perfumerías? ¿la pediste por cartilla? ¿tiene contraindicaciones? – tontas preguntas que le surgían a mi mente que ya estaba en piloto automático con el tema de la cremita con “saliva”, yo me encontraba atraído con las hormigas que están en el pequeño reloj cerrado del cuadro; me puse a contarlas.
Habían pasado tres minutos y no regresaba ni contestaba a ninguna de mis preguntas, la mosca del enorme y doblado reloj me pareció que se había movido, cómicamente en mi cabeza se presento una imagen de la película The Ring.
Repentinamente me imagine que siendo yo el autor le hubiese agregado al cuadro, en unos de los relojes… un caracol, simbolizando la lentitud de algunas personas sin importarles el tiempo.
- ¡Listo, aquí estoy! – del surrealismo del cuadro de Dalí, pase a experimentarlo en carne propia y estaba frente mió. La situación era extraña, estaba ella parada pero no tenía ningún pote de crema en las manos como me lo esperaba, tampoco tenia ninguna mascarilla puesta. Mientras mis ojos hacían foco a lo que parecían gigantes lunares en su rostro se fueron transformando en unos tremendos caracoles negros, todos pegados en la cara.
- ¿Qué es esto? – murmure.
- ¿Qué crema ni que cremita? ¿te conté que estaba probando con la materia prima. ¡¿Sabes a cuanto esta el pote de 50!?... adivina… casi $ 200,00. – suavemente acomodaba un rezagado caracol que le bajaba por el cuello. – No, no estoy en condiciones de pagar tanto, por $ 8,00 me dan una barbaridad de “choros” en la Alsina y Olaechea.
- Y, asi los tengo casi todo el día, pero acostada, porque es difícil andar haciendo cosas con estos negritos transitándote por la cara. – despegó dos que tenía en los pómulos.
- Toma, proba, ponete uno en cada parpado, mas o menos una hora, cuando te acuestes a la noche -
- Bueno, gracias, hoy pruebo - los recibí abriendo la mano en cámara lenta, mordiéndome la lengua para no reírme.
Estando en el trabajo, sarcásticamente me puse a pensar cuanto pagarían Nacha Guevara, Cher o la misma señora Legrand por estos especimenes de caracoles santiagueños que se consiguen en cantidad por unas monedas. Diariamente gastan fortunas para continuar teniendo una piel de porcelana cuando mi vecina tiene una ocurrente receta barata y ecológica.
Me dio pena y no tire el “obsequió”, quizás cuando me levante alguna mañana y advierta que el tiempo ya esta rayándome la piel, los necesite… en una de esas es cierto.

4 comentarios:

Ana Soria dijo...

Muchas gracias por visitar mi blog, con todo gusto serás recibido por algunas letras histéricas e imágenes que se me ocurren de momento. En cuanto a este post, la verdad que inteligencia de tu amiga - vecina, es mejor pensar más y gastar menos.

Saludos!

Journyx dijo...

Mi querido Hernán, la verdad es que no sólo los caracoles tienen aquellas "milagrosas" propiedades. En la naturaleza encuentras miles de alternativas que ayudan en diferentes cosas. Así tenemos las plantas medicinales y que decir de las excelentes propiedades de los productos de la abeja.
Cariños,
PAU

Journyx dijo...

Estuve echando un vistazo a tu blog y me pareció interesante. Te puesto un link en el mío.
Ojalá tengas oportunidad de visitar Chile y poder reunirte con el grupo de bloggeros aquí en Santiago.
Saludos,
Pau.
http://zonadeinfieles.blogspot.com

Anónimo dijo...

Good design!
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